Normalizar el dolor menstrual es violencia de género

Normalizar el dolor menstrual es violencia de género.

Recuerdo perfectamente cuando acudí al médico de familia con unos quince años, porque cada vez que menstruaba me dolía tanto que no podía levantarme de la cama, ni mucho menos ir al instituto.

Me dijo: “Sí, el periodo duele. Es así, tomate un ibuprofeno y acostúmbrate.” Y esta fue la única respuesta que recibí, y la única respuesta que han recibido millones de mujeres. Incontables veces hemos escuchado comentarios de nuestras amigas y compañeras en la línea de “dolor de regla, ya sabes…”, o incluso “mi útero mi quiere matar”; y las contestaciones de “¡ay sí, es lo peor!”, como si a todo el mundo le resultara algo doloroso e incómodo.

La menstruación es un proceso fisiológico totalmente natural. Si todo va bien en tu organismo, no tiene por qué ser doloroso. Si duele, tu cuerpo te está mandando una señal. Hay dolores diferentes y pueden tener varias causas distintas, pero tiene una causa que se podría encontrar y tratar.

¿Por qué entonces tantas mujeres piensan que lo normal es que duela? ¿Por qué no les ofrecen ninguna solución más allá de aguantar con la ayuda de antiinflamatorios, o anular el ciclo hormonal totalmente con anticonceptivos?

Vamos a pensarlo bien, si te duele ir al baño, vas al médico. Encuentra la causa de la molestia y te receta algo que puede solucionar el problema. Pero si te duele menstruar, es problema tuyo, y es algo normal que tienes que aceptar. Probablemente ni siquiera vas a buscar atención médica, ni consideras que podría ser un síntoma de algo que sea tratable. Imagínate que te doliera tragar comida, y te dijeron en el hospital que es normal y que lo tienes que aguantar. Pues esto es igual de absurdo. La diferencia es que los dolores menstruales solo afectan a las mujeres.

Normalizar el dolor de las mujeres, obligándoles a aceptar el sufrimiento en lugar de buscar ayuda, es violencia de género. Considero que es de las formas de violencia más extendidas y menos reivindicadas, ya que la mayoría de nosotras la llevamos tan incorporada que seguimos violentándonos a nosotras mismas, aceptando el dolor como un castigo eterno por haber nacido con útero.

El dolor menstrual es una patología que se llama dismenorrea, estimándose que afecta a entre el 30 y el 50% de mujeres mundialmente. En el mundo occidental las tasas son aún más altas. Aquí, en España, es la razón más frecuente de ausencia escolar. Según el Servicio de Pediatría Madrileño, afecta al 39% de las niñas de 12 años y al 72% de las de 17. Estos números son asombrosos, y lo más asombroso de todo es que tan solo un 15% de personas que sufren dismenorrea consultan en algún momento a algún/a profesional de la salud.

¿Cómo hemos llegado a esto? Hasta uno de cada cuatro seres humanos hoy en día sufre dolores que interfieren en su vida o que se podrían considerar incapacitantes. De estas personas, solo una de cada seis busca ayuda, y ni siquiera recibe una solución adecuada.

Hay muchas razones por las que te puede doler la menstruación, muchos factores que hay que tener en cuenta para entender este fenómeno global y su relación con el género y la violencia estructural que sufren las mujeres.

Todas, y todos, tenemos toxinas en el cuerpo. Vienen de los agroquímicos, los conservantes, el plástico, los productos cosméticos y la propia agua (ya que todos los químicos acaban en el agua). Las toxinas influyen en las funciones de nuestros organismos, pero quisiera resaltar que interactúan especialmente con el sistema endocrino, alterando la producción de hormonas. Aparte de ello, congestionan nuestros hígados, dificultando la capacidad que tienen nuestros cuerpos de procesar las hormonas y equilibrar los niveles de las mismas.

La causa más común del dolor menstrual es la inflamación del útero debida a hormonas llamadas prostaglandinas. Estas hormonas son necesarias para el proceso de la menstruación, pero en muchas personas hay un exceso de ellas, gracias a las toxinas y a los efectos que producen tanto en la producción de hormonas como en la capacidad del hígado para procesarlas. También tenemos que recordar que el útero es un órgano muscular. Cualquier músculo, si no está entrenado, si no está flexible, si está tenso o si está frío duele cuando se flexiona. Mantener el útero caliente no es tan difícil, ¿pero y mantenerlo entrenado y tonificado?

Antiguamente las mujeres tenían en cuenta su salud uterina. Había bailes y otros ejercicios que enseñaban a las niñas para ir fortaleciendo el útero. Y, algo que en mi opinión es de lo más importante, hablaban del útero y de los ciclos del cuerpo femenino con naturalidad. Explicaban a las niñas desde muy pequeñas que tenían un órgano muy especial que podía latir como el corazón.

Hoy en día la mayoría de las mujeres adultas no saben ni dónde está exactamente el útero, ni que tamaño tiene. Y como han hecho con nuestra sexualidad, han hecho con nuestros ciclos. Los han convertido en tabúes, en cosas de las que no se habla, y el conocimiento sobre estos aspectos tan fundamentales de nuestra salud se ha vuelto algo muy oculto. La desconexión de la mujer del conocimiento de su propio cuerpo es sin lugar a dudas uno de los aspectos más dañinos y más desempoderantes de la sociedad en la que hoy vivimos.

En otros tiempos y en otras culturas, la menstruación es un momento especial de cada mujer para cuidarse y para conectar con ella misma y su poder. Para la mayoría de nosotras, la menstruación es una molestia innecesaria. Incluso hay más medicamentos para parar totalmente de menstruar, que medicamentos para reajustar los desequilibrios que hacen que la menstruación sea dolorosa.

Muchas mujeres sufren condiciones como endometriosis o miomas uterinos, y la medicina alopática occidental no ofrece soluciones reales. Sabemos que existen desde hace décadas, pero tan pocos fondos han sido destinados a su investigación que la comunidad científica sigue sin respuesta cuando una mujer pregunta por qué le pasa. En estos casos te pueden hacer una intervención quirúrgica bastante invasiva, que ni siquiera resuelve la causa raíz. Conozco a mujeres con miomas que han sido operadas tres o cuatro veces, porque nunca han recibido tratamiento para el desajuste hormonal responsable del desarrollo de los miomas.

¿Crees que si fueran condiciones que afectan a hombres y mujeres por igual seguirían existiendo los mismos “tratamientos”?

Incluso hay viagra de mil marcas diferentes, así como estudios innumerables sobre su eficacia y efectos secundarios. Pero si tienes el síndrome de los ovarios poliquísticos no te pueden explicar por qué, la única opción es tomar un fármaco que anula totalmente tu producción de hormonas y tu ciclo (es decir, que para tu sistema reproductivo entero). Porque claro, ese tipo de problemas no parecen lo bastante importantes como para buscar tratamientos ni remedios eficaces.

¿Qué podemos hacer entonces?

Podemos unirnos y podemos compartir el conocimiento. Podemos declarar que no queremos sufrir, que no vamos a aceptar vivir con dolor. Podemos buscar apoyo en las plantas medicinales y en la acupuntura, para tratar lo que la industria médica y farmacéutica no hay querido tratar.

La desintoxicación del cuerpo, y sobre todo del útero, es una de las claves para disminuir el dolor. Algo tan sencillo como limitar el consumo de toxinas (también de alcohol, café y azúcar) en la fase premenstrual, asegurándote además de tomar bastante agua, puede marcar una gran diferencia. Y si añades verduras de hojas verdes e infusiones depuradoras incluso más.

Para fortalecer el útero en sí, el baile es un gran aliado; especialmente aquellos bailes que se centran en mover la zona del útero, como la danza oriental. Hay ciertas prácticas de yoga que también se enfocan en estirar esta parte del cuerpo, para mejorar su tono y flexibilidad. Y por supuesto, lo más eficaz para destensar el útero es un orgasmo. Tener orgasmos con una frecuencia regular también fortalece la capacidad del útero de latir, y así su capacidad de menstruar de manera más cómoda.

Tabitha Learn

La Anticoncepción desde lo Político

La Anticoncepción desde lo Político

Hay una cantidad enorme de mujeres que toman algún tipo de anticoncepción hormonal.  El poder de decidir sobre nuestros cuerpos y prevenir un embarazo no deseado es un derecho de todas, y gracias a los anticonceptivos muchas mujeres tienen este poder en un contexto en el que los condones no son económicamente asequibles y la población en general no ha podido acceder a una educación sexual.  Sin embargo, hay mucha desinformación sobre los métodos hormonales y la mayoría de mujeres que toman anticonceptivos lo hacen para tratar otros síntomas y no para evitar un embarazo en sí.  Se recetan a chicas cada vez más jóvenes, a menudo antes de que sus ciclos se establezcan de forma regular, y casi siempre sin explicarles cómo funcionan y cuáles son sus efectos.

¿Qué es lo que hace la anticoncepción hormonal a un cuerpo menstruante? Detiene el ciclo totalmente, interrumpiendo la producción natural de hormonas reproductivas. Esto quizás no parece gran cosa, pero la comunicación entre el sistema nervioso y el aparato reproductor mediante las hormonas es algo que afecta a todo el cuerpo. Cortar esta comunicación y añadir al cuerpo hormonas sintéticas hace que el cuerpo pierda el contacto con su funcionamiento natural. Esta “solución” ofrecida ante cualquier irregularidad (sea un dolor menstrual o sangrados abundantes a miomas uterinos o el síndrome de ovarios poliquísticos), no pone fin a ningún desequilibrio, sino que más bien lo esconde debajo de una alfombra y dibuja un supuesto equilibrio superficial encima. El 60% de consumidoras de la píldora anticonceptiva empiezan a tomarla para paliar una molestia en su ciclo, no para evitar el embarazo. Con esta píldora el ciclo hormonal es totalmente falso, provoca un sangrado una vez al mes y aparentemente parece que se ha solucionado su problema; pero al dejar de tomarla, el desequilibrio que causaba la molestia sigue ahí, y muchas veces incluso ha empeorado.

Consideremos por un momento esto último. Todos y cada uno de los llamados trastornos del sistema reproductor femenino son tratados por la medicina alopática paralizando todas las funciones de este sistema. Y ello sin buscar la causa del problema, sin diferenciar entre síntomas, sin identificar el desequilibrio hormonal para reajustarlo o para ayudar al cuerpo a estabilizarse. No, directamente se detiene toda la producción de hormonas sexuales, así como toda función del útero y de los ovarios. Y todo esto sin ofrecer ni considerar alternativas.

Millones y millones de mujeres con algún desajuste en el ciclo, en lugar de recibir información sobre las causas del mismo u opciones para mejorarlo, simplemente reciben la prescripción de tomar anticonceptivos.

¿Acaso no hay posibilidades en el mundo para investigar sobre cómo tratar efectivamente estas condiciones? Si a todas las personas con trastornos digestivos, en lugar de hacerles pruebas para recetarles el medicamento adecuado que pueda mejorar la función de su estómago, les dieran una pastilla universal que apague este sistema y haga que dejen completamente de comer y de ir al baño, nos parecería muy ridículo e incluso indignante. Y mucho menos pensaríamos que lo normal sería tomarlas durante décadas sin parar. Pues con la anticoncepción hormonal pasa exactamente esto, solo que únicamente afecta a las mujeres.

Hay varios tipos de contracepción hormonal: la píldora, el parche, el anillo, DIUs, inyecciones… y dentro de cada tipo hay variaciones. Existen los que usan versiones sintéticas de estrógeno y progesterona, las hormonas sexuales femeninas para engañar al cuerpo, y los que solo usan uno u otro. En el cuerpo cíclico, tanto estrógeno como progesterona juegan papeles importantes, aumentan y disminuyen a lo largo del ciclo para provocar la ovulación y la menstruación. Estas hormonas reproductivas también influyen enormemente en nuestros estados anímicos, notablemente en la estabilidad emocional, la concentración, la motivación y la irritabilidad entre otras cosas. Las hormonas sintéticas, en lugar de subir y bajar de manera fluida a lo largo del mes, son proporcionadas al cuerpo siempre en la misma cantidad, todos los días. El estrógeno nunca sube lo suficiente para provocar la ovulación y la presencia constante de progesterona convence al cuerpo de que ya está embarazado, para producir un tapón mucoso en el cuello del útero que inhibe la entrada de espermatozoides.

Entonces, teniendo la misma cantidad de hormonas sexuales en nuestros cuerpos todos los días, pasamos de ser cíclicas a ser lineales. No tenemos este subidón de motivación alrededor del momento de la ovulación, ni esas ganas innatas de descansar y cuidarnos cuando nos acercamos a la menstruación. Nos encontramos en un estado menos cambiante, algo que nos aleja de nuestra naturaleza y nos acerca a un modelo de productividad que predomina en la sociedad occidental moderna. En esta sociedad el acto de menstruar se ve como una debilidad, solemos rechazar esta oportunidad tan indicada para parar y reflexionar. Se puede argumentar que, si permitiéramos descansar nuestro cuerpo cuando lo necesita, esto aportaría mucho a nuestra salud y a nuestras diferentes capacidades a lo largo del ciclo. 

El hecho de no permitirnos cuidarnos, o el desconectarnos de nuestros cuerpos y nuestras necesidades, son cosas que benefician enormemente al mundo capitalista patriarcal, del que muchas tenemos la necesidad de salir.  Mujeres que llevan muchos años tomando la píldora o usando el anillo comentan que se sientan apagadas, estáticas, sin ganas ni entusiasmo.

Aparte de todas las implicaciones emocionales que conlleva esta desconexión del ciclo natural del cuerpo, la intervención química tiene muchos efectos adversos de los que no se nos suele informar. Al suprimir el estrógeno natural, la densidad de los huesos disminuye, debilitando el cuerpo en general y pudiendo causar osteoporosis. El riesgo de padecer cáncer cervical, de mama o de hígado aumenta, y en el caso de las píldoras con altos niveles de estrógeno sintético, el riesgo puede ser de hasta un 50%. También aumenta de tres a cinco veces el riesgo de coágulos sanguíneos y trombosis, algo que puede ser muy peligroso. En personas que fuman o que tienen la presión alta este riesgo se multiplica aún más. Cambia la flora del tracto intestinal, como hacen los antibióticos, causando en muchos casos condiciones autoinmunes, inflamatorios, o digestivos. Otros efectos incluyen aumento de peso, sensación de hinchazón, migrañas y falta de líbido.

El efecto de la ausencia de hormonas naturales sobre la líbido por sí solo puede causar una amplia gama de problemas psicológicos como depresión, apatía y rechazo hacia el propio cuerpo. Al estar menos conectada con todo el autoconocimiento que ofrece el ciclo femenino, es probable que una persona en esa situación sienta que le faltan las capacidades comunicativas necesarias para expresarse, pudiendo esto perjudicar sus relaciones. Una también se encuentra desconectada de sus instintos más animales, ya que existen estudios que muestran que el uso de anticonceptivos hormonales cambia la percepción de los olores de las personas e influye en qué tipo de cualidades nos atraen o no de otras personas. 

En este sentido, se realizó un interesante estudio sobre la píldora anticonceptiva con un grupo de monos que vivían en una estructura social marcada, en la que el macho alfa solamente practicaba sexo con la hembra alfa. Cuando los científicos dieron a la mona alfa anticoncepción hormonal, el mono alfa dejó de estar interesado en ella y empezó a practicar sexo con las demás monas. Cuando también dieron las pastillas al resto de monas del grupo, los machos tardaron poco en empezar a tener relaciones homosexuales entre ellos. Al dejar de suministrar pastillas a las monas, todo volvió poco a poco a la situación original.

Es uno de muchos ejemplos que nos puede ayudar a entender lo grande que es el efecto de los anticonceptivos hormonales. Es importante mencionar aquí que en el caso de las mujeres que dejan de tomar los anticonceptivos después de un tiempo, tardan meses o incluso años en recuperar un ciclo menstrual estable, y muchas veces sufren periodos de depresión o ansiedad. También es común un efecto rebote, que ocurre generalmente de cuatro a seis meses de hablarlos dejado, en que se desequilibran los andrógenos, las hormonas sexuales masculinas, posiblemente causando pérdida de cabello, exceso de vello facial o corporal, dolor vaginal, candidiasis y migrañas.

Desde hace más de dos décadas, cada cierto tiempo suelen aparecer noticias sobre un nuevo anticonceptivo para hombres, pero siempre acaba descartándose su comercialización porque sus efectos secundarios son demasiados perjudiciales. A este respecto, es necesario cuestionar si los efectos secundarios de las pastillas que toman nuestras amigas y hermanas todos los días durante años son o no son demasiados perjudiciales, y si estos efectos realmente compensan no tener que comprar preservativos. También es necesario reflexionar sobre por qué se pone en peligro la salud física y mental de una persona que puede quedar embarazada durante pocos días del ciclo (y aun así normalmente solo una vez cada año y medio como máximo), en lugar de orientar la anticoncepción a la persona que tiene la posibilidad de generar embarazos todos los días, desde la pubertad hasta la muerte.

Las instituciones médicas no nos lo dicen y la mayoría de las personas profesionales de la salud ni siquiera lo saben, pero hay alternativas.  Es posible conocer  tu cuerpo y  tu ciclo, tratando los desequilibrios específicos con distintas terapias, en lugar de apagar una parte entera de tu cuerpo.

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