EL COLLAGE COMO EXPRESIÓN Y PRÁCTICA SUBVERSIVA
«El arte genera significados y sentidos, se trata de una acción política que representa formas de ver el mundo y nunca es neutral»[1]. Desde esta perspectiva, donde el arte tiene también un sentido político, son muchas las expresiones artísticas que pueden servir como herramienta para cuestionar las desigualdades sociales: la literatura, el teatro, la danza, la música, la pintura… El collage es una de ellas, aunque a veces no sea concebida como forma de arte ni se otorgue importancia a su capacidad para transmitir visiones críticas.
Esta forma de expresión artística se sirve de la apropiación, el reciclaje y la deconstrucción de imágenes para generar otras nuevas, dotándolas de un sentido propio y diferente. Y se trata de una técnica que ha sido ampliamente utilizada por creadoras feministas con la intención de incomodar, cuestionar, favorecer el debate o transformar; generando representaciones alternativas y que ciertamente llegan a subvertir distintos aspectos de la cultura patriarcal.
Enmarcados en las corrientes feministas de la segunda ola se encuentran los fotomontajes precursores de las estadounidenses Martha Rosler y Barbara Kruger. Martha Rosler ha generado obras que cuestionaban la cosificación sexual de las mujeres y su reclusión en el espacio doméstico, además de criticar a través de muchas de ellas la política exterior de EE.UU. En este sentido, resulta muy llamativo que sus collages visibilicen de una forma tan clara las contradicciones sociales, mostrándolas de forma directa y abierta, sin esconderlas.
Por su parte, Barbara Kruger es conocida por utilizar el collage y el fotomontaje para criticar la sociedad de consumo capitalista y los roles que tiene la mujer en ella. Como señala al respecto Alfonso Bouhaben: «la artista reivindica la construcción de una voz femenina, que ha sido silenciada por el poder dominante masculino […] Se trata de deconstruir la imagen social de la mujer mediante la deconstrucción de las imágenes producidas por los medios de comunicación aliados de los valores impuestos por el poder masculino». En los collages de Kruger también está presente esa visibilización de las contradicciones sociales, pero hay además una reivindicación de la voz propia que parece materializarse en los mensajes que incluye en ellos, que sostienen buena parte de la carga política de su arte y que llevan a la reflexión.
En una línea similar, pero posterior temporalmente, la gallega Lara Lars se apropia de imágenes publicitarias de los años 50 y 60 que reflejan a mujeres situadas como objeto de deseo masculino. En sus collages estas mujeres dejan de estar relegadas a un segundo plano, para protagonizar escenas futuristas donde emergen como dueñas del espacio. Destaca en sus trabajos su estilo más surrealista, donde llama la atención el contraste entre la estética naif y la fuerte resignificación que esconden las imágenes, donde pareciera indicar que las mujeres podemos habitar otros universos, asumir otros roles.
También muy reciente es la creación de la.amarillista, joven de Costa Rica cuyos collages destilan feminismo y reivindicación, cuestionando toda desigualdad. En ellos combina imágenes con mensajes claros y concisos, que parecieran emanar directamente de las propias mujeres. Resaltan en sus fotomontajes la fuerza de los colores vibrantes, los elementos naturales y la frecuente utilización simbólica de las manos, aspectos que parecen transformar sus mensajes en algo más que meras consignas, configurándolos como posibilidades empoderantes.
Y situándonos en tierras andaluzas, vale la pena cerrar este pequeño recorrido por el collage de creación feminista con Araceli Pulpillo. Sus fotomontajes exploran el universo andaluz desde una conciencia política situada, sensible a las identidades y realidades materiales de nuestro pueblo. En ellos hay una clara ruptura con los estereotipos clasistas y andaluzofóbicos, destacando una fuerte resignificación de la figura de las mujeres andaluzas, que emergen con poderío, como mujeres reales, visibles y diversas.
Queda patente a través de estos ejemplos que las posibilidades del collage son infinitas, permitiendo jugar con la imagen para utilizarla como vehículo de expresión de esas otras formas de ver el mundo y de situarnos en él. Nos abre la puerta a cuestionar roles y estereotipos, a visibilizar lo invisible, a dotar de nuevos significados las realidades sociales, a la reflexión y a la denuncia.
Pero, a mi juicio, lo más subversivo del collage es esa reapropiación de las imágenes generadas por la cultura patriarcal y capitalista para lanzar un mensaje emancipador y crítico, dotándolas de un nuevo significado transgresor. Es una práctica que traspasa además la barrera de lo artístico cuando se inserta en marcos feministas, ya que lo expresado toma la forma de acto resistencia y de disidencia frente a las desigualdades.
Lia Guerrero
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bouhaben, Alfonso (2017): “Fotomontajes feministas: dispositivos estético-políticos”, en Revista de Investigaciones Feministas 8(2), 561-582.
[1] Palabras de Ailin Peirone, que introducen un interesante artículo sobre el collage y la ilustración feminista: https://www.eldiariocba.com.ar/cultura/2019/8/18/ilustraciones-feministas-para-pensar-cuestionar-transformar-10686.html